Nunca ha existido ni habrá tal cosa
como la modernidad. Se trata vergonzosamente de una ilusión temporal que
nuestra permanencia y percepción limitadas se empeñan en vislumbrar a su
alrededor. ¿Y qué mejor y más bello que envolverse en su áurea de intangible exclusividad? ¿Acaso no hemos sido siempre únicos, actuales e inimitables dentro de nuestra colectiva futilidad?
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